Introducción
En el
estado actual de las investigaciones sobre el pasado andino nos vemos
involucrados en explicaciones que toman como fuentes los datos y materiales que
han sobrevivido al tiempo y a diversas interpretaciones, casi siempre
parciales. De esta manera el discurso narrativo de nuestra historia se
encuentra en un proceso de recomposición y reinterpretación constante, siempre
abasteciéndose de nuevos datos y asumiendo nuevas posturas propias del debate
interdisciplinario.
Al igual
que otros casos similares, el conocimiento sobre pasado prehispánico del valle
bajo del Chillón se encuentra aún fragmentado y con grandes e inocultables
vacíos. La acelerada pérdida de las evidencias físicas y documentales parece
indicar que estos vacíos difícilmente serán clarificados. Sin embargo conviene
avanzar con las limitaciones correspondientes considerando el potencial de las
diferentes disciplinas avocadas al estudio histórico. Es así que este pequeño
ensayo intenta exponer de manera sintética, una visión general, no sólo de un
grupo humano, sino de los procesos sociales que pudieran estar presentándose en
un lugar y momento determinado, en nuestro caso en el valle bajo del Chillón
durante los períodos tardíos.
Los asentamientos tardíos en el
valle bajo del Chillón. La evidencia arquitectónica y arqueológica.
El valle
bajo del Chillón aún evidencia físicamente la presencia de complejos y
especializados asentamientos de ocupación tardía (a juzgar por el material
cerámico, textil, lítico y óseo encontrado en superficie) emplazados en
distintas realidades geomórficas. De esta manera actualmente si bien es cierto,
no existen mayores asentamientos tardíos extensos en el valle bajo y litoral
(al menos de carácter poblacional), si es posible hallarlos en el
encajonamiento del valle y en sus quebradas laterales.
De esta
manera, a los precedentes asentamientos tempranos, como los de Buenavista,
Pacaray, Chocas y Huacoy, los asentamientos tardíos aún existentes comparten
algunas características con sus similares contemporáneos de los valles bajos de
Chancay, Rímac y Lurín, principalmente la ocupación de áreas poblacionales en
las quebradas laterales y las primeras cotas del inicio de los cerros en ambas
márgenes del río Chillón. Los asentamientos de Macas, Trapiche, Zapán y
Huachipuquio, se organizan por ejemplo cercanos a la desembocadura de grandes
quebradas como la de Quilca, la cual salvando el paso de Huachoc, accede a la
quebrada de Orcón y posteriormente al valle medio de Chancay, posibilitando
probablemente una vía de comunicación muy utilizada en períodos tardíos.
Sin
embargo, la evidencia arqueológica en estos lugares es de clara filiación
Chancay, principalmente la cerámica conocida como Negro sobre Blanco
(existiendo incluso formas como “cuchimilcos” en este estilo alfarero). Tanto
Macas como Trapiche además comparten soluciones arquitectónicas de
asentamientos en relieve y presencia de cementerios aislados en donde es
abundante (y casi exclusiva) la cerámica y las evidencias funerarias (ajuares,
deformaciones óseas, textiles) ya identificadas para esta sociedad del valle
vecino. Lo mismo sucede para el material en superficie del sitio de Zapán. Sin
embargo no esta clara aún la filiación del sitio de Huanchipuquio (en la margen
izquierda) con edificios construidos con una técnica constructiva diferente
(con roca y argamasa) y un organización sectorizada con edificios modestos,
pero tipológicamente diferentes (depósitos rectangulares alineados, bancales,
plazas, etc. Consideramos este asentamiento digno de asociarlo a una población distinta a la Chancay o Tawantinsuyu. La
abundante cerámica de formas utilitarias y de pasta marrón oscura, es
evidentemente tardía.
La sociedad yunga Colli según la
etnohistoria
Lo que se
sabe de la sociedad Colli se debe a estudios etnohistóricos realizados
principalmente por Rostworowski (1977, 1978, 2004), aunque también el
asentamiento Colli denominado “Fortaleza de Collique” ha sido motivo de estudio
por parte de Squier (1877), Middendorf (1893), Villar Córdova (1935),
Horkheimer (1955), Ludeña (1972), Dillehay (1976) y Morales (1993).
Territorialmente se propone que abarcó desde el valle bajo del río Chillón
hasta un lugar llamado Chuquicoto (Rostworowski, 1977), cercano a la actual
Santa Rosa de Quives. Políticamente, la sociedad Colli comprendía curacazgos
menores, supeditados al Collicapac, el cual, aparentemente residía en el
asentamiento de Collique.
Se ha
considerado que el auge de los Colli fue en el Período Intermedio Tardío,
aunque algunos establecen su origen en el Período Intermedio Temprano (200 a.C. – 650 d.C.), es
decir durante la vigencia de la sociedad Lima. Como apoyo a esta propuesta
Morales menciona que de acuerdo a sus excavaciones en el sitio de la “Fortaleza
de Collique”, en este asentamiento existió una ocupación Lima (Morales, 1993).
Durante este lapso de tiempo los Yungas habrían dominado a los Yauyos. La
mitología rescata el enfrentamiento entre ellos, y menciona a sus respectivas
deidades como Pariacaca para los Yauyos y Huallallo para los Yungas.
La organización social durante el
Tawantinsuyu
Se ha
propuesto a partir de documentos y fuentes escritas, la composición social del
valle bajo del Chillón en el momento de la irrupción de la sociedad
Tawantinsuyu, alrededor del año 1470 d.C. Principalmente el posible
enfrentamiento entre los Colli y el ejército del Tawantinsuyu bajo dirección de
Tupac Yupanqui. Esta propuesta etnohistórica explica la derrota de los Colli y
la muerte del Collicapac, incluso el curaca yunga de Quivi, Chaume Caxa fue
conducido preso al Cuzco, donde fue ejecutado por traición. La represión en
Quivi fue sangrienta, siendo asesinados todos los hombres. El establecimiento
de mitimaes en el valle fue inmediato. En la llamada “chaupiyunga”, la tierra
mas apta para el cultivo de la coca, los administradores cuzqueños instalaron a
los Yauyos y a los Chacllas, también los Canta recibieron amplias tierras. El
Inca puso por señor a un yanacon yanayacu, quien formó una nueva dinastía
además dividió el territorio en 10 pachacas, cada una con su curaca
pachacamayoc. Esta explicación coincide con el manejo político militar impuesto por el Tawantinsuyu
en contexto de guerras y posterior estrategia de dominación territorial y control
social.
Arqueológicamente,
la presencia del Tawantinsuyu aún no se ha ratificado con investigaciones
concluyentes, pero es innegable la existencia de asentamientos de probable
función política y administrativa (a modo de hipótesis funcional) en el valle
bajo del Chillón, por ejemplo en los sitios de Oquendo y cerro las Ánimas (en
la margen izquierda), y Puente Inga y Tambo Inga (en la margen derecha),
existiendo además un camino doble y
ligeramente elevado conocido como Capaq Ñam (o en este caso el llamado por los
cronistas “camino de los llanos”), en un tramo de varios kilómetros entre
Puente Piedra y el inicio del serpentín de Pasamayo.
En casi
todos estos sitios la predominancia (con variantes) del uso del tapial y la
organización espacial de escala monumental, además de la articulación
territorial por medio de caminos y canales es evidente. Particularmente es
importante destacar la presencia del gran edificio de Tambo Inga (al margen del
nombre que posee), del cual se desprende de su análisis, las particularidades
físicas que la asocian con edificios Tawantinsuyu existentes en otros valles de
la costa, como el de Cancharí en Cañete, o el de Bandurria en Chancay, estos
mismos emplazados sobre prominencias naturales y cercanos a grandes acequias
prehispánicas, organizadas internamente con plataformas y recintos tripartitos
y con nichos rectangulares.
La
presencia de estos asentamientos de articulación social podría significar una
formalización de las relaciones entre valles vecinos, esta vez bajo administración
quechua. La no existencia de llactas, o asentamientos poblacionales podría
implicar que los anteriores poblados siguen en funcionamiento, y que los
edificios tawantinsuyu no consideraron establecerse sobre los mismos, pues
estos se proyectan sobre terrenos antes no utilizados pero propicios para una
nueva especialización geopolítica del valle.
Los Colli en el Virreynato
El
cronista Bernabé Cobo afirma que inmediato a la Ciudad de los Reyes, y
junto a las reparticiones de Huatca, Armatambo y Lurigancho, existía la
repartición de Carabaillo al norte de la ciudad capital, el cual se encontraba
bajo el mando del “Cacique” de Collique. Posteriormente los Colli pasarían a
integrar la encomienda de Domingo de la Presa y luego la de Francisco Manuel de
Alcántara. Cuando el virrey Toledo aplicó las “Reducciones”, se establecieron
en los pueblos de San Pedro de Carabaillo, Chuquitanta, Saullay, Sutca,
Huancayo Alto y Macas.
Como
observamos la documentación pareciera sostener la existencia en el siglo XVI de
un contingente humano arraigado en el Chillón bajo y redistribuido en puntos
para su mejor control (muchos de ellos de origen anterior al siglo XVI), pero
no distingue el grado de vinculación cultural al interior de estas poblaciones,
la cual podría ser muy diversa.
El complejo arquitectónico
denominado “Fortaleza de Collique”
Este
conjunto de edificaciones emplazadas sobre un cerro ha simbolizado durante
mucho tiempo el carácter de la sociedad Colli, en el sentido de su resistencia
y espíritu de independencia. El viajero George Squier la describe de manera muy
ilustrativa: “Los dos muros exteriores junto a los dos de sostén de la entrada
están hechos de piedras toscas, sin cemento; el tercero y último está hecho de
piedras cuidadosamente asentadas en arcilla tenaz, tiene una altura de 4,3 metros y está
alisado verticalmente. Después de pasar la cuarta pared, a la entrada llegamos
a una extensa área llana, que he designado como la Plaza y que está rodeada
parcialmente de terrazas revestidas de piedra; después de atravesarla llegamos
a una empinada escalera, cortada principalmente en roca sólida, que lleva hasta
la cima de la colina. Aquí se encuentran el terre-plein casi llano y sin
piedras y la torre redonda o ciudadela”. (Squier, 1877).
La
ocupación del Período Intermedio Temprano se ubica en el sector norte y se
asocia a largos muros enlucidos en amarillo, en tanto que para el Período
Horizonte Medio, solo se han hallado pocos fragmentos de cerámica del estilo
Nievería. Es probablemente durante el Período Intermedio Tardío cuando
probablemente se edificó la “Fortaleza de Collique”, la cual,
arquitectónicamente, podemos dividirla de la siguiente forma:
Edificaciones defensivas
Representadas
por una gran muralla que rodea todo el cerro; hacia el sur se ramifica y se
vuelve a integrar en una hacia el noroeste. Cada muralla tiene accesos
restringidos.
Edificaciones de almacenamiento
Son seis
“colcas” de planta circular construidas sobre una plataforma semicircular de
piedra canteada.
Edificaciones cívico-ceremoniales
Esta
formado por gran plaza central. Algunas edificaciones laterales son
rectangulares, de posible uso administrativo. Hacia el sur una plataforma
pentagonal se asocia a un largo recinto rectangular.
Edificaciones habitacionales
Ubicadas
al oeste del cerro y agrupadas en dos conjuntos de planimetría rectangular,
separadas por pasajes y emplazadas sobre plataformas. Las paredes aún presentan
enlucido amarillo.
Edificaciones de poder
Sobre la
cúspide del cerro. Delimitada por una muralla, a la que se accede por un
ingreso central, con escalinatas y altos muros de contención. El recinto
principal mide 12 m.
por 6 m.
de lado.
A MODO DE CONCLUSIÓN
La
compleja tipología de la llamada “Fortaleza de Collique” propone un análisis
mayor a la simple explicación de una característica particular de un grupo
social (sustentada arqueológica o etnohistóricamente), sobrepasa incluso una
argumentación histórica respecto al advenimiento del Tawantinsuyu. La presencia
física (muchas veces no arqueológicamente estudiada, ni publicada) de estos
complejos en los valles de Huaura, Chancay y el Chillón proponen como parámetro
de análisis, no solamente la situación social de un señorío en particular, sino
quizá, la respuesta de las sociedades yunga tardías hacia realidades sociales
que implicarían momentos de tensión y enfrentamiento recurrentes en el tiempo y
que poseen como escenario el delta de deyección de los ríos y la expansión
horizontal de los valles bajos que permiten la comunicación de norte a sur y viceversa.
Por otro lado, las escalas monumentales de estos complejos, su emplazamiento
sobre cerros cónicos cercanos relativamente al mar, la utilización de cercados
geomórficos circulares, áreas y edificios de resguardo superior, el sistema
constructivo, etc., los vincula a pesar de la distancia entre los valles
mencionados. Nada dicen las crónicas respecto al funcionamiento de estos
complejos, no fueron pues utilizadas por los administradores quechuas, ni
consideradas al parecer dentro de la burocracia Tawantinsuyu que prefirió
establecer nuevos centros de control como en Tambo Inga, por ejemplo.
De esta
manera tanto la llamada “Fortaleza de Acaray” (valle de Huaura), la “Fortaleza
de Pasamayo”, La Viña,
Cerro Mascarín (Valle de Chancay), la “Fortaleza de Ancón” (Bahía de Ancón), y
la “Fortaleza de Collique” junto a la de Cerro Pro (valle del Chillón),
estarían sustentando la necesidad del imponer y defender un posicionamiento
territorial, probablemente entre ellos mismos o enemigos comunes. Indudablemente
antes que la intervención cuzqueña, la expansión Chimú es la única responsable
de conflictos probables en estos valles, aunque este fenómeno evidentemente no
ha sido abordado convenientemente (fuentes etnohistóricas mencionan incluso el
alcance Chimú hasta Carabayllo).
Queda de
esta manera abierta la posibilidad de que lo Colli sea (ante la falta de una
delimitación de su supuesto corpus arqueológico material) una grupo social
perteneciente a otro mayor, con relevancia en los períodos finales del
Horizonte Tardío y por esto su frecuente mención en los documentos, pero
arqueológicamente la presencia de material diagnóstico en el Chillón
correspondiente a otras sociedades es casi concluyente, y se vincula (al menos
para la margen derecha) con una marcad influencia Chancay.
Por otro
lado los asentamientos en donde podrían establecerse un grupo diferenciado a
los llamados Chancay o Ichsma, no han sido correctamente identificados o están
tan destruidos que su análisis superficial no alcanza ningún indicador valuable.
Una sociedad se establece en el tiempo y propone formas particulares de
interrelación con el medio ambiente y otras sociedades, distinguiéndose esto en
sus evidencias materiales, sin embargo la orientación y el sentido de muchas
acciones humanas no dejan huella física, por esto la explicación cultural es
siempre compleja y complicada, requiere de vincular sistemas diferentes de
estudio, y principalmente, establecer y reconocer sus propias limitaciones.
Bibliografía
MORALES,
Daniel (1993). Compendio Histórico del Perú. Editorial Milla Batres. 670 p.
Lima.
ROSTWOROWSKI,
María (1977). Etnia y
sociedad. IEP. 293 p. Lima.
SILVA,
Jorge (1991). Patrones
de poblamiento en el valle del río Chillón. FOMCIENCIAS. Lima.
SQUIER,
George.(1974) [1877]. Un viaje
por tierras incas. Crónica de una expedición arqueológica. UNMSM. Lima.